El sistema político ha estado bloqueando el ejercicio democrático, secuestrando la representación, en un  ejercicio de poder de espaldas a la autoridad moral e intelectual necesarias para la gobernabilidad.

Pero el refrescante accionar ciudadano que se ha ido fortaleciendo en los últimos años plantea retos que el esclerotizado sistema político e institucional había eludido con bastante éxito hasta hace poco tiempo.

El llamado de atención está hecho: si el liderazgo político, económico y social dominicano no interpreta adecuadamente lo que significa la emergencia de esas olas ciudadanas de cuestionamiento, nos esperan días difíciles en términos de gobernabilidad.

Y debemos comprender que los déficits de gobernabilidad son onerosos para cualquier sociedad, pero mucho más para aquellos estamentos responsables de organizar, reglamentar, orientar al conglomerado social e infundirle confianza y sentido de pertenencia.

Esos son, precisamente, atributos en crisis en la sociedad dominicana actual, no cabe duda, y así lo expresan tanto los analistas más confiables como los estudios y encuestas más rigurosos que se ocupan de alertar sobre nuestro rumbo como sociedad.

En un contexto como el que define este presente confuso, necesitamos serenidad, calma, actitud reflexiva y responsable, que no quiere decir ceder ni un ápice en la vocación y el compromiso, en la iniciativa y la proactividad, sino que es un llamado a no esperar soluciones inmediatas ni fáciles, sino a explorar la complejidad desde una opción decididamente renovadora.

Tiempos interesantes, de cambios que se avecinan y que nos exigen grandeza de miras y capacidad de innovación.

Seamos capaces, responsables, innovadores y comprometidos. Esta es la propuesta R2 de esta semana.

Publicado en Santo Domingo, fecha 5 Diciembre 2010, ver publicación en artículo del periódico